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Los tertulianos


Miguel Vigil – 1 de marzo de 2024

Desde muy pequeño, Alfonsito admiraba a los tertulianos, porque lo saben todo de todos los temas y además saben más que nadie y nunca llegan a un acuerdo con los demás tertulianos. Se quedaba perplejo frente al televisor, viendo cómo todos y cada uno de los tertulianos opinaban sobre cualquier asunto: periodismo, economía, ética, política, cesta de la compra, educación, derecho, medicina, arte, literatura, música… bueno, los tres últimos términos no suelen debatirse en los medios de comunicación.

Quiso indagar sobre el origen de los tertulianos, pero la Wikipedia le proporcionó escasos datos:

En el siglo VIII antes de cristo, y antes del siglo VII (lo cual es una incongruencia, dicho sea de paso), los países mediterráneos sufrieron una masiva invasión de una tribu de origen desconocido, que vino a implantar su forma de vida, su religión y sus ideas: los tertulianos. Se sospecha que, desde entonces, viven camuflados entre la gente corriente.

Alfonsito superó el bachillerato y el COU con una nota media de sobresaliente para poder matricularse sin problema en la carrera de tertuliano, para cuyo acceso suponía él que pedirían la mejor nota posible. Su sorpresa fue mayúscula cuando se enteró de que no existía ninguna carrera universitaria que te formara para ser tertuliano.

Al final, comprendió que no es necesario ningún título, que basta con interrumpir a los demás constantemente, subir mucho el tono de voz y parecer muy irritado cuando te llevan la contraria. En cuanto al dominio de los más variados temas, será suficiente un rápido vistazo a la Wikipedia unos minutos antes de empezar a debatir. Es imprescindible que todo lo que digas, aunque sea una absoluta gilipollez, lo digas con firmeza y rotundidad; y procurar que la cámara te capte cuando miras con displicencia al resto de tertulianos.

Moraleja:  Una estupidez repetida un millón de veces acaba convirtiéndose en un profundo pensamiento filosófico.