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La influencia de las plagas de Egipto en el precio del aceite de oliva


Miguel Vigil – 1 de junio de 2024


España es el mayor productor y el mayor exportador de aceite de oliva del mundo, sin embargo, también es uno de los países donde más caro se vende el litro.  Cómo es posible, se preguntarán ustedes, queridos lectores… o mejor, ciñéndonos a la cruda realidad: cómo es posible, se preguntará usted, querido lector. No tiene sentido que, si España vende el aceite a Italia, Francia, Bélgica, Irlanda, etc., allí el precio de venta al público sea más barato que aquí… No tiene lógica, ¿verdad? Pues es así.

Como está claro que ningún político, sea de un lado o de otro, ni ningún sindicalista, nos va a dar una razón convincente para explicar lo inexplicable, me voy aventurar a lanzar algunas hipótesis al viento, donde dijo un gran poeta, premio Nobel, que está la respuesta, o la respuesta está en el viento, que no es lo mismo, pero es igual.

Para encontrar la causa más lejana, pero no por ello, la menos influyente, tenemos que remontarnos a los siglos XIV y XIII antes de Cristo.

José, el Patriarca, interpretó el sueño del faraón Sesostris II, en el que siete vacas en los huesos, escuálidas y, además, escuchimizás, devoran a siete vacas gordas, obesas y, además, con sobrepeso. José predijo siete años de abundancia a los que seguirían siete años de hambruna, por lo que se dirigió a Sesostris con estas palabras:

Sesos, usa el seso, haz honor a tu nombre y haz acopio de bienes, llena la despensa como si no hubiera un mañana, porque, tras las vacas gordas, vendrán siete años de vacas flacas.

Si entendemos vacas gordas como una metáfora de olivos cargados de aceitunas, encontraremos una posible explicación del porqué del alto precio del aceite, estamos en los siete años de vacas flacas o de olivos yermos.

Lo que no cuadra es que se supone que antes tendríamos que haber vivido siete años de olivos bien cargaditos de aceitunas gordas como las vacas egipcias, pero nadie recuerda ese tiempo de abundancia, ni siquiera los más viejos del lugar. 

Hay otras muchas hipótesis, pero quiero terminar con la más creíble de todas: no hay para tanto chorizo.