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Las calles son muy peligrosas


Miguel Vigil – 1 de octubre de 2023


Las calles se han vuelto muy peligrosas. Ayer mismo perdió la vida un vecino de mi escalera, claro que hay que ser tonto para ir en hora punta a hacer la compra. Según salió del portal le estaba esperando un tipo patibulario que le dejó sin blanca, eso sí, no se llevó las tarjetas de crédito, tan solo la del abono transporte. Mi vecino siguió su camino esperando que el panadero le fiara una barra (hubiera preferido que le fiara una pistola, pero ahora se llaman baguettes). El panadero le dijo que la compra mínima con tarjeta era de diez euros, y que de fiarle pan… nanai de la chachai. No tuvo más remedio que entrar en un supermercado de esos que tienen ofertas de 3 x 1, de 3 x 5, de 3 x 8, y así, toda la tabla del 3. No se le daban bien las matemáticas y fue al pasillo de las ofertas de 1 x 1, que eso sí que lo entendía bien. Compró tres pistolas de harina integral y apuntó con una de ellas a la cajera.

-Esto es un atraco…

Y una señora que estaba detrás dijo: Ya lo creo, vaya precios…

La cajera, acostumbrada y resignada a los robos diarios, le entregó todo el dinero en efectivo, pero mi vecino lo rechazó.

-No tengo nada más, todo el mundo paga con tarjeta.

-No quiero dinero, cada día pierde valor, mañana valdrá la mitad que hoy…

-Entonces… ¿qué quiere?

Mi vecino miró la vitrina donde estaban bajo llave los productos más valiosos y señaló el más caro, el que estaba iluminado con infinidad de luces de colores. La cajera pidió al encargado que sincronizaran sus relojes para hacer uso conjunto de sus llaves maestras. Ambas, en perfecta armonía y con el giro exacto, abrirían la vitrina antibalas que protegía los artículos más inalcanzables para un currito normal y corriente, con una mierda de trabajo, una mierda de horario y una mierda de sueldo… 3 x 1.

Mi vecino salió a la calle con su botín y emprendió una vertiginosa carrera hacia su domicilio, pero, en la primera esquina, un amigo de lo ajeno le esperaba, no con una pistola, sino con un rosco de pan de centeno tamaño XXL, ese pan que no se puede poner duro porque está duro desde el momento de su concepción. Con una habilidad digna de un plusmarquista olímpico y un saltimbanqui circense, le introdujo el rosco por la cabeza y lo bajó hasta los codos, inmovilizando a mi vecino de una manera más eficaz que con cinco rollos de cinta americana. Acto seguido le quitó la garrafa de aceite de oliva virgen de cinco litros y escapó a la carrera.

Mi vecino, con los brazos inmovilizados, pero con las piernas libres, corrió tras el malvado delincuente, pero al cruzar por un paso de cebra fue atropellado por un patinete eléctrico que huyó sin socorrerle.

Mi vecino, moribundo, pidió auxilio, pero la gente se alejaba de él con temor. Solo un niño que iba de la mano de su padre, lo miró con una pizca de compasión y preguntó:

-Papá, ¿qué le pasa a ese señor? ¿Podemos ayudarle?

-Déjalo, hijo, será un borracho, o un drogadicto, o puede que las dos cosas. Las calles se han vuelto muy peligrosas, sobre todo, en hora punta.