Ricardo Ruiz de la Sierra – 1 de noviembre de 2023
Me duele en lo más profundo de mi corazón las víctimas israelís asesinadas a sangre fría por Hamas y las víctimas civiles palestinas de la posterior reacción del gobierno de Netanyahu. Unos deberían devolver inmediatamente los rehenes capturados y los otros dejar de bombardear Gaza indiscriminadamente. Ya han muerto, sepultados bajo los escombros (incluso del hospital donde se refugiaban), casi mil niños, rehenes también de los terroristas. Lo que no dejo de preguntarme es como la gente se cree “las garantías de seguridad” que prometen políticos que no trabajan para la justicia ¿Cómo esperar vivir en paz o divertirse en un concierto de música a pocos metros de la cárcel a cielo abierto más grande del mundo, una olla a presión con dos millones de personas?
Ningún dirigente puede derrotar el terrorismo por la fuerza bruta. Aunque justifique la violencia, solo generará odio y más violencia. Un buen ejército o la mejor policía además necesitan la razón y la ley de su lado. En España hemos acabado con el terrorismo a base de legalidad, las fuerzas de seguridad del estado y la justicia (no se nos ocurría derrumbar las casas de los terroristas). La ira contenida genera un tipo de fuerza superior, como una máquina de vapor que decía Gandhi, la autoridad moral, que acaba desarmando a la más sesuda de las razones para atentar. Si la razón resulta derrotada por las armas la sinrazón no perdurará como ningún totalitarismo ha permanecido en la Historia. Los pueblos se levantarán una y otra vez hasta derrocar la injusticia.
Los últimos dirigentes de Israel, los más extremistas de su reciente historia, no sólo no se han retirado del territorio palestino ocupado (como ordenan varias resoluciones de la ONU) sino que han roto unilateralmente las conversaciones del plan de paz e incumplido lo ya acordado. Esta imposición castrense empezó con Sharon, en el 2002, que llegó al poder con la promesa electoral de «seguridad a cambio de no negociar más con la OLP». En 2014 Netanyahu, su continuador, fue responsable de la muerte de casi dos mil palestinos (la mayoría mujeres y niños) bombardeados en sus casas frente a sesenta bajas de soldados israelís. Su ejército aprovecha desproporcionadamente su “derecho a defenderse” saltándose toda la Legalidad Internacional y los Acuerdos de Ginebra. Está denunciado por crímenes de guerra pero no reconoce al Tribunal Penal Internacional.
En Israel sólo podrán mejorar la seguridad si cambian su política. Es necesario habilitar cauces para el alto el fuego donde se pueda acordar el reconocimiento de dos estados conviviendo en paz (como en tiempos de Jesucristo). Todos los terrorismos son igualmente condenables porque las víctimas son gente inocente pero no todos los terroristas son iguales. Poco tienen que ver un jefe de gobierno (con medios y el monopolio de la violencia), uno que se auto inmola con un cinturón de explosivos llevándose a varios con él, un fanático religioso con un cuchillo deseoso del paraíso como recompensa o un burgués que acciona el mando a distancia de una bomba contra un ciudadano que no opina igual que él.
Mi hija me preguntó asustada, al ver las imágenes de un barrio de Gaza, que donde había habido un terremoto. Yo le explique que es una catástrofe provocada por una democracia gobernada por extremistas que ni siquiera autoriza que acudan los médicos o los bomberos sin fronteras ni los aviones con víveres, medicinas o mantas.
¡No miremos para otro lado! ¿Por cuánto tiempo va a permitir el resto de la Comunidad Internacional el holocausto palestino? El ojo por la vida, los cohetes de feria contra los misiles, las balas contra las piedras, los soldados contra los niños… hasta que la olla a presión estalla en venganza. La mejor manera para minimizar el terrorismo es sembrar, en los que ya sólo tienen que perder la vida, esperanza; entonces únicamente quedará la locura de unos pocos psicópatas. Sin justicia no podemos aspirar a la paz. “Hay que actuar bien porque hemos pensado bien” parafraseando al filósofo, Balmes. Pensar bien es escuchar con humildad al otro para intentar ver la compleja realidad lo más parecido a como es, no como queremos verla. Actuar bien, con humanismo, es acordar y comprometerse. Los estados deben actuar bien para evitar la violencia. Hoy en día pueden echar mano de multitud de organizaciones y foros internacionales dispuestos a mediar. Dirigentes como Putin ya no son de estos tiempos. En este mundo súper conectado las personas ya no consentimos la miseria, el hambre, la explotación laboral, la imposición del más fuerte o el nacionalismo excluyente. Ningún gobierno de los países desarrollados puede detener a los pobres del sur solo con muros. La desesperación es más alta que cualquier valla y más ancha que cualquier mar. La indolencia en Gaza, el Mediterráneo o en el desierto de Sonora es comparable con la de los trabajadores alemanes en los campos de exterminio en el otro holocausto. Legislemos para acoger a los migrantes económicos en las fronteras, aunque sea solo por nuestra propia seguridad