Ricardo Ruiz de la Sierra – 1 de septiembre de 2023
¿Estamos gilipollas o qué? ¡La que se ha montado por un beso! Un acto impulsivo, en plena euforia celebratoria, en público y ante cientos de teleobjetivos difundiéndolo a millones de hogares. En los labios resulta un poco torpe en nuestros usos y costumbres, pero con una disculpa personal hubiera valido dadas las circunstancias (no hubo alevosía ni nocturnidad) y aquí “paz y después gloria”. Lo normal en cualquier sociedad sin crispar es que el gesto no hubiera tenido mayor transcendencia ni que hubiera conseguido eclipsar el triunfo mundialista, pero se ha hecho más famoso que el beso de Judas o el que le plantaron a Cenicienta sin su consentimiento (el príncipe azul debería pensárselo dos veces hoy en día). “Con la iglesia hemos topado”, como se decía antes. Ahora, en democracia, se choca contra la hipersensibilidad feminista, el victimismo LGTBI+, lo políticamente correcto (es posible que se repitan las elecciones y otra campaña electoral) y contra «la cultura de la cancelación”. Es decir, no estar dispuestos a escuchar argumentos u opiniones distintas ni poner a dialogar las nuestras. En este flaco caso muchos se “rasgan las vestiduras”, se gastan ríos de tinta u horas de televisión en una chorrada y se hacen sesudos cálculos cabalísticos sobre la posibilidad legal de cesar al “criminal”. No se perdona ni se acepta algo, por nimio que sea, si se le cuelga la etiqueta de “machismo”.
No me gusta el mundo del futbol, ni masculino ni femenino, (ahora las niñas también querrán ser futbolistas en vez de investigadoras) pero me compadezco de este hombre linchado por los medios, los políticos (para arañar algún escaño) y la mafia de ese deporte. La besada incorrectamente, en vez de echar más leña al fuego debería pensar que podía ser su pareja, su padre, su hermano o su hijo. No voy a dedicarle más tiempo. Solo voy ha ejercer mi derecho de expresión, citando a intelectuales, aunque alguno/a no siga leyendo indignado.
“Las mujeres no han sido siempre víctimas. Muchas se sintieron cómodas con el patriarcado y sus roles. “Opina Michelle Perror, historiadora. “Eso de la mujer silenciada, no es verdad” aseguraba Ernestina, poeta de la generación del 1928. Otras no tuvieron ningún problema en ejercer otro papel cuenta Colita la fotógrafa de la “movida” que titula esta otra movida de “lamento vaginal”. En todo caso la discriminación de la mujer no se arregla con la del hombre. Los de ahora no tenemos nada que ver con aquello. La violencia y la ira tampoco tienen sexo en el seno de nuestras familias (según el INE) aunque con resultado de muerte sí. Luchemos contra esta lacra con cabeza. La testosterona hace tiempo que, afortunadamente, se mezcló con la cerveza en el 99,99% de los hombres. Dejemos las gilipolleces para la telebasura y no nos dejemos manipular por el miedo a que nos quemen en la hoguera del odio en las redes sociales. “La gente vive autoengañada por la propaganda y los medios”. decía la filósofa Simone Weil hace ochenta años y el historiador Richard Evans que cuando la gente cree que no podemos acercarnos a la verdad que todo es opinión, se abre la puerta al populismo y a la autodestrucción. No seamos tan inmaduros tragando consignas como píldoras, los problemas acuciantes y la democracia está en peligro. Volviendo un segundo al beso, decía Ortega y Gasset que “si no salvo mis circunstancias no me salvo yo”. Rasguemos nuestras vestiduras por problemas reales e importantes: la mortal inmigración de los pobres, los conflictos, el cambio climático, etc. Añade la filósofa “el sufrimiento del otro debe ser atendido porque es inaceptable.” Démonos argumentos en vez de descalificaciones, besos (consentidos y en la cara) en vez de bofetadas, abrazos (consentidos) en vez de empujones, hagamos el amor (consentido) en vez de la guerra en Ucrania, Níger, Sudan, Yemen, etc.